viernes, setiembre 30, 2005

Yo también nací en el 53

Un amigo entrañable, nos regaló a la cofradía un disco formidable. De ahí robo las palabras que erizan mi indignación y me hacen sentir más vivo.

Yo también nací en el 53
y jamás le tuve miedo a vivir;
me subí de un salto en el primer tren
¡hay que ver! en todo he sido aprendiz.

No me pesa lo vivido,
me mata la estupidez
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.

Yo también nací en el 53
yo también crecí con el Yesterday
como tú, sintiendo la sangre arder;
me abrasé sabiendo que iba a perder.

Siempre encuentras algún listo
que sabe lo que hay que hacer;
que aprendió todo en los libros
que nunca saltó sin red.

Que te puedo contar que tú no hayas vivido
que te puedo contar que tú no hayas soñado.

Yo también nací en el 53
y soñé lo mismo que sueñas tú;
como tú no quiero mirar atrás
sé muy bien que puedo volverme sal.

Siempre tuve más amigos
de los que pude contar
sé que hay varios malheridos
que esperan una señal.

Qué te puedo contar que tú no hayas vivido
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.

No me pesa lo vivido
me mata la estupidez
de enterrar un fin de siglo
distinto del que soñé.

Qué te puedo contar que tú no hayas vivido
qué te puedo contar que tú no hayas soñado.

"Pépinot siempre tuvo la razón...

...a Mathieu lo despidieron un sábado".

Genial frase para vertebrar "Les Choristas" (Los Coristas), película dirigida por Christophe Barratier, y que narra la historia de la relación de un profesor de música con un grupo de niños de un cruel internado.

La trama se siente familiar pues básicamente la película retrata el rescate, el "milagro" como en algún momento de la película se menciona sutilmente, de almas perdidas sin esperanza en un lugar casi perdido con poco contacto humano en todos los sentidos de la palabra. El punto antagónico es el director del internado quien encarga de establecer una política facista para la "formación" de los niños basada en "acción y reacción".

Clement Mathieu, el nuevo profesor de música, llega a un jardín seco y se va con uno floreciente, siendo cómplices de ello las ganas casi innatas de los niños por ser algo que no conseguirán ahí dentro. La ventana del salón era un fácil lugar de escape para la imaginación y los sueños.

Embelesa, cautiva los sentidos, la introducción del humor en este tema tan difícil como es el maltrato a los niños, al mismo tiempo que encandila la reunión al inicio y al fin de dos amigos de la infancia que literalmente le dan vida a la película.

En fin, preciosa película que recomiendo para el goce de sus sentidos.

domingo, setiembre 11, 2005

Hoy quiero morir,...

...para resuscitar mañana y poder decir empiezo de nuevo.

Hoy quiero morir, para poder mirar las mariposas y asombrarme como cuando niño.

Hoy quiero morir, para poder decir un te quiero sin la vergüenza al qué dirán.

Hoy quiero morir, para saber que la felicidad no existe si no se crea.

Hoy quiero morir, para sentir nuevamente la indignación ante lo injusto.

Hoy quiero morir, para saber lo que es avanzar si acordarte de que pondrán trabas.

Hoy quiero morir, para ser más feliz mañana.