jueves, octubre 08, 2009

Desencajo y desafinación

Su mirada centrada en el vacío de la sala de baile mandaba señales incomprensibles e indescifrables. Ella bailaba con su hijo de 10 años un animoso Charleston que emitía dulces sonidos que, sin embargo, reñían con el fruncido ceño de ella y con su curtida piel tan ajada como la amargura de darse cuenta, cerca al medio siglo que vida, que falta muchas estrellas por conocer y que queda tinta en la pluma que nunca conocerá un papel.

La imagen no era ironía ni contradicción. Era el desencajo total de una mujer que decidió dejar de vivir para sí misma el día que otro decidió dejar de vivir para ella. Otro que ya no bailaría con ella ni media pieza de Charleston ni los bailes de sus caderas. El desencajo era de corazón.

El trompetista más triste de la orquesta fue el único que la notó. Él, como ella, tiene muchos otoños en sus espaldas pero pocos veranos primos. El desenfreno apático que le dio apellido a su vida también es una forma de muerte en vida. Era la cacofonía total de un hombre que dejó de exhalar “te amo” el día que todas las otras dejaron de inhalarlo. En la orquesta, él era el único que desafinaba. Desafinaba de corazón...

Fin alternativo 1. Sugiero leer escuchando:


De repente, dos miradas se cruzan, se entrelazan, se tensan. Las notas de la trompeta rompen la alegría del salón de baile con ritmos muy afinados y apuntados atrevidamente hacia Ella. Dos miradas fijas, una a la otra, y veranos por florecer. La afinación terminó con el desencajo.

Fin alternativo 2. Sugiero leer escuchando:


Mares de gente estorban las notas que la empeñosa trompeta busca exhalar hacia Ella. A medida que el blanco se hace nuboso y lejano, las más tristes y sombrías melodías de Miles Davis se van apoderando de la trompeta, de Él. No summertime, un otoño más.


(¿cuál te gustó más?)
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