jueves, junio 26, 2008

Deuda maldita

Una deuda maldita le jala el cabello a Rosalía cada noche en la cama de un hotel barato mientras, entre carnes trémulas, finge un orgasmo contemplando los minutos restantes de su alquilado cuerpo. En su mente planifica sus pasos siguientes, tan inútiles como el acto tan desprotegido de abrir sus piernas a hombres desconocidos. Piensa en el hueco de su chompa y en lo ajado que está su vestido. Recuerda que la ruta 39 ya no pasa a las 11 de la noche y que se verá obligada a caminar varias cuadras más hasta alcanzar el bus que la lleva a su destino. Sabe, ahora, que pasará por aquella pared larga despintada por la lluvia del invierno lacerante de la ciudad que le recuerda la tormentosa relación con su alcohólico padre. Sabe, sin embargo, que al final de esa larga pared se encontrará con el amable Rodrigo, esperándola mientras pasea al perro, hombre con el que cada noche se acuesta reanudando la supuesta normal relación de pareja, soñando salir del hueco en el que otro hombre la puso. "Mañana", Rosalía se prometió, "soy otra".

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