Pienso en cómo mis ojos te ven con lujuria y locura,
en cómo mi mente planifica cada segundo del reencuentro,
en cómo te abrazo y somos uno encima de cualquier cama,
en cómo te beso y me exaspero de la emoción hasta la asfixia.
Pienso en cómo, poco a poco, los besos se convierten en manos hábiles,
manos hábiles e impuras que no conocen de razón ni orientación,
en cómo tus pupilas, y no sólo ellas, dan señales de húmeda dilatación,
en cómo tus labios, y no sólo ellos, se encienden en sangre pasión.
Pienso en cómo acaricio tu rostro y tus hombros, y la piel que los une,
en cómo mis manos calzan con tus senos bajo erótica precisión,
en cómo tus caderas tiemblan anticipando el siguiente paso,
en cómo tus piernas abren camino a mis trémulas manos.
Pienso en mi dureza abriendo selva en tu interior suave y delicado,
en cómo el vaivén deleita a un ritmo lento que cede paso al desenfreno,
en cómo uno cae en mecánicos movimientos irrepetibles llenos de sabor,
en cómo la llegada no es la meta sino el inicio de otro placer.
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