Saludo lo furtivo del amor de los amantes eventuales, no de los banales. Admiro su decencia de no querer perpetuar la gran emoción de los sentidos. De querer, sin embargo, volver eterna la sensación del momento vivido, de ese instante pleno donde en reserva deben amarse dos en secreto, fuera de las miradas ajenas que condenan lo prohibido y propician lo escondido.
No son terceros quienes causas tal interdicción, son los mismos amantes asesinos de su condición. Son los amantes mismos dueños de su prohibición fruto de su cobardía. Penuria no de la vergüenza del qué dirán, sino de la propiedad privada. Vergüenza y miedo a la propiedad privada del sentido puro del ser querido sempiternamente. Cobardía a saberse unido, espanto a saber haber pertenecido.
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