miércoles, octubre 12, 2005

La muriente

Tus hijas pasan llevándote olorosas sopitas
para alimentar tu vaga substancia:
Oh, ya eres de agua, de casi nada, de agua
o de lentos movimientos como esculturas de la consunción.
Yo entro a tu cuarto de muriente suavizando mi presencia
y mirándote de soslayo:
Si te miro de frente siento que soy tu testigo perverso.

Tu antigua y deslumbrante perspicacia aún vive
y sabes que cuando tu cuello se alarga buscando el aire
yo ruego que se alargue hacia el mito:
Tú decías que las cabezas se arrancaban de los cuerpos
y volaban
desgreñadas, hambrientas, mordiendo el vano aire.
(Y los regantes decían sí, sí, anoche cruzaron
la luz de mi lámpara)
Tengo la carne como en salmuera,
muerde si te salva. Lo dije para que sonrieras.
Tú nunca moderías carne de idiota, no dices.
Lo hubieras dicho con displicente humor
y una palabrota.
Bromeo para el tiempo de la pena. Tú sabes cómo es eso:
Tu llanto desgarrado por mi padre muerto
fue haciéndose suave y ritual, más homenaje
que llanto.

Frente a ti, ya estamos en ese esfuerzo.


José Watanabe. Historia Natural. Lima, Peisa, 1994.

2 comentarios:

Metaforica dijo...

conmovedor retrato de alguien moribunda.. espectacular

Anónimo dijo...

hace algunos años escuché a Watanabe, leyo encima de un estrado en mitad de la calle. el frío que me había hecho odiar aquel lugar desapareció con el último texto.